Hace tiempo, una canción pegadiza decía algo así como «Mamá, quiero ser artista, oh, mamá ser protagonistaaa». Más de un progenitor se llevaría las manos a la cabeza ante una petición semejante de su hijo o hija, como también es un lugar común que antaño los padres desearan que sus hijos fueran médicos, abogados o funcionarios del estado… siempre con la esperanza de un puesto de trabajo bien remunerado o, por lo menos, asegurado. Tampoco era infrecuente que los padres soñaran en que los hijos continuasen la tradición heredando el negocio o empresa familiar.
El eterno debate entre la vocación y la devoción parece que hace tiempo que ha quedado bastante resuelto en los nuevos tiempos. Las personas somos más libres para elegir nuestro destino profesional. Incluso para equivocarnos todas las veces que sean necesarias hasta lograr trabajar en algo que nos realice.
Pero ¿es la vocación algo completamente ajeno a las influencias exteriores? No son pocos los artistas que confiesan haber sentido desde muy pequeños la llamada de la creatividad y tampoco son raros los casos de personas que ejercieron mil oficios hasta encontrar el que los llevaría al éxito. Algo similar sucede con otras profesiones, aunque no es menos cierto que muchos acaban con trabajos que nos les apasionan por necesidad o, sencillamente, porque no han puesto ningún empeño en averiguar su vocación.
Qué duda cabe: el ambiente en el que crecemos y nos formamos influye en nuestras decisiones y nos inclina hacia una actividad u otra. Sin embargo, muchos individuos actúan precisamente por contradicción, apartándose de ejemplos cercanos como la familia o la escuela. Hoy día podemos encontrar nuestra vocación incluso en una serie o un programa televisivo. O podemos dejarnos influenciar por los llamados «influencers» y optar por una profesión efímera “de moda», » de éxito», «de prestigio social».
¿Nacemos con vocación o nos la crean las circunstancias? En Close lo vocacional, como sabéis, es reflexionar sobre estos puntos que conforman y consolidan nuestra identidad. ¡Sed felices!, eso sí, por decisión propia. Hasta pronto.