La eterna juventud


Quién no recuerda la pregunta que malvada madrastra de Blancanieves, la Reina Grimhilde, pronunciaba cada noche frente a su tocador: “Espejito, espejito ¿quién es la más hermosa de todo el reino?» Hoy sin duda ampliaría su pregunta a quién es la “más hermosa y se ve más joven” porque lucir un aspecto lozano se ha convertido en el objetivo de muchísimas personas. Es un hecho probado que nuestra esperanza de vida ha aumentado. Por lo menos en el mundo desarrollado, hemos superado en aproximadamente 30 años la media de vida de la que gozábamos en el siglo pasado. Este récord, confiando en que pronto se descubra una vacuna para la vencer la reciente epidemia mundial del COVID-19, parece habernos empoderado como humanos. Pero da la sensación de que ahora no estamos solo interesados en vivir más años sino en hacerlo como verdaderos jovenzuelos y jovenzuelas.

El llamado «enfant terrible» de las letras francesas, Frédéric Beigbeder ha publicado recientemente la novela Una vida sin fin (Anagrama) cuyo protagonista emprende un viaje por diferentes ciudades en busca la eternidad a través de terapias, dietas, transfusiones e investigaciones científicas. Beigbeder manifestaba a la prensa que: «Seguramente el primer hombre que vivirá más de 200 años será un multimillonario de Silicon Valley y no un niño del tercer mundo”. Tras la investigación y la escritura del libro, el autor concluye que la esperanza es que, en un futuro, las terapias para alargar la vida sean menos caras y más accesibles. De todos modos, agregaba «vivir eternamente es un delirio narcisista de ricos y de escritores».

La biotecnología unida a la investigación sobre la inteligencia artificial, desarrollada más allá de la robótica, está traspasando los límites de la ciencia ficción para convertirse en una verdadera industria de las células frescas en la que la inversión I+D se dispara por momentos.

Sin duda mantenernos activos y con la mente joven, sin dejarnos superar por las páginas del calendario, es una actitud muy positiva y deseable pero siempre y cuando los valores mentales que se adquieren con la madurez no se vean trastocados por esa actitud y sepamos en cada momento quiénes somos y en qué etapa de la vida nos encontramos. Como casi siempre, el sentido común se impone. Afortunadamente porque, en pos de esa eterna juventud, pueden cometerse muchas tonterías e incluso tonterías peligrosas como sobreexponerse a las cirugías o al consumo de hormonas y otros compuestos poco fiables.

Como reflexionaba el gran Oscar Wilde en el Retrato de Dorian Gray, el hedonismo tiene un lado oscuro que no compensa las aspiraciones humanas a la inmortalidad.