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Hoy nos vamos a poner un poco serios porque el tema requiere seriedad, aunque alguna que otra vez sus efectos nos pueden provocar risa. Nos referimos a las llamadas fake news, esa plaga de falsas noticias que está invadiendo los medios de comunicación y las redes sociales. Como profesionales no podemos más que deplorar la actitud de quienes, con su mala praxis, perjudican la reputación de este sector en el que, afortunadamente, muchísimos periodistas y comunicadores se esfuerzan por hacer un buen trabajo.
Puede que para muchos sean simples bulos difamatorios sobre personajes públicos como políticos o artistas que solo conllevan el trabajo de desmentirlas. Pero, en realidad, las fake news necesitan muchos pasos y tiempo para ser desmentidas. Entre otros peligros: pueden llevar a la polarización social haciendo más intensas las divisiones entre grupos, fomentando el odio y la desconfianza entre diferentes comunidades. Arruinar la vida de los afectados, ayudar a la manipulación política, influir en los mercados financieros o incitar a disturbios sociales. Las fakes news pueden agravar, en muy poco tiempo, un problema de salud pública en crisis como las pandemias (¿quién no recuerda la recomendación de beber lejía durante la pandemia de la COVID 19?) porque difundir información falsa o sesgada pone en riesgo la salud de las personas.
En definitiva, la desinformación acaba por erosionar la confianza en cualquier medio de comunicación y provocando desconfianza hacia cualquier institución o hacia la persona objeto de la difamación. Lo siguiente es que todo pierda valor, sentido y pasemos a vivir en una especie de inacabable ceremonia de la confusión. Reiteramos que se trata de un tema muy serio y que es importante estar siempre atentos a la información que consumimos. Por eso nos permitiremos seguir con el tema en un próximo post.
Hasta entonces: feliz febrero loco y feliz San Valentín.