Estar en paz: un estado mental & físico de agradable tranquilidad al que aspiramos, posiblemente, el 99% de las personas. Una persona pacífica y serena es un regalo en nuestro entorno inmediato. Un bálsamo en medio de la vorágine de competitividad, luchas, agresiones y mil “guerras” cercanas y lejanas. Hablamos con frecuencia de paz interior. Nos damos la paz en las misas cristianas. Deseamos la paz entre los pueblos de la Tierra, de manera genérica, casi aspiracional diría. Existe el Premio Nobel de la Paz. Pero la realidad nos desmiente.
Paz y amor fue el lema de la revolución hippie de los 60. Hace años que ese lema adorna
camisetas y poco más. Son tantos los conflictos bélicos activos en estos momentos en el mundo que la paz, representada por esa paloma picassiana que todos tenemos en mente, ya no vuela en nuestros cielos.
¿De qué sirven tratados de paz firmados si nadie es capaz de afirmarla y mantenerla? Todos tenemos respuestas, lamentablemente, y no son precisamente esperanzadoras.
Vivir en paz en una condición básica para el desarrollo de cualquiera de las actividades que nos definen como seres humanos: la creatividad, la capacidad de construir, de inventar, de ayudar a quienes lo necesitan, de sanar y sanarnos, de amar…
Desde Close no podemos evitar pensar que la clave de todo camino hacia la paz y el
entendimiento es el diálogo honesto, la palabra sincera, es decir, la comunicación para llegar a acuerdos. Con todos porque, de lo contrario, no será una paz verdadera sino una paz imposible.
