¿Sabías que hay quienes no les tienen ningún aprecio a los meses de febrero y noviembre? Recordemos la expresión popular de “febrerillo loco” o el refrán: “Noviembre es de estío la puerta del frío». Meses malos y meses buenos. ¿Malos y buenos para qué? O ¿malos y buenos por qué? En realidad, no hay una explicación “científica”. Siguen a un inicio o preceden un final y no son ni chicha ni limoná… es la primera explicación que me viene a la mente. Pero es más probable que la poca simpatía por esos dos meses se deba a cuestiones meteorológicas y de calendario.
Si fueran hechos aislados no merecerían mayor atención, pero la cuestión es que también la tenemos tomada con los días. No solo el temido Martes 13 (acudamos de nuevo el refranero: En 13 y martes, ni te cases ni te embarques) con su carga adicional de mala suerte y su derivado moderno: el Viernes 13 significativamente maldito para los amantes del cine gore. O el Blue Monday: primer lunes del año que se considera, más que aciago, triste y de inevitable bajonazo anímico para todos los mortales.
A estos patitos feos del calendario se les suman cientos de supersticiones como la mala suerte que nos puede acontecer por colocar un calendario del año siguiente antes de terminar el anterior o la mala fama de los años bisiestos (de 2020 no vamos a hablar…).
Ante tanta calamidad, creo lo que necesitamos son antídotos. Esos que casi siempre tienen que ver con la voluntad y la decisión de cada uno. Porque lo que acontece no lo podemos controlar, pero nuestra forma de vivirlo sí. Las supersticiones, los malos farios, lo gafe tiene algo en común: son absolutamente improductivos. Aunque es evidente que convertirlos en creencia o dicho popular pueda traer algún consuelo, los malos presagios no sirven más que para amargarnos y predisponernos negativamente ante el porvenir.
Por lo tanto, y desde la pantalla de Close, solo añadiremos dos cosas: qué suerte que nos leáis y feliz mes de febrero.